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martes, 31 de julio de 2012

Para Lilo, mi principito particular

El pequeño niño de los tirabuzones dorados. El pequeño niño de tan grande corazón. El que sabe cómo y cuándo sacarme una sonrisa sincera. El que puede convencer a cualquiera para que le compre una de esas magdalenas de chocolate que tanto le gustan. El que te soborna con sus dulces caritas para concederle el primer capricho que se le pasa por la cabeza.
El mismo niño que te promete no crecer nunca. Que te promete ser siempre tu principito particular. Que te suplica que vayas a sus partidos de fútbol y que te promete marcar un gol para dedicártelo.
No sé qué haré cuando te vayas..., cuando crezcas..., cuando ya no te importe. Sé que me repites cada día lo mucho que te quieres. Al fin y al cabo, sólo eres un alma inocente. No te culparía si el día de mañana cambiaras de opinión, crecieras unos años y te alejaras de mí. No me puedes prometer nada a tu sencilla edad, por la simple razón de que tienes aún mucho por vivir.
¿Sabes? Me gusta mucho coger un sedoso tirabuzón, estirarlo ligeramente y ver cómo rebota y vuelve con los demás.
Admirar tus bellos ojos, verlos brillar a la luz de la luna llena en una cálida noche de verano.
Ver que tus dientes de leche, tan jóvenes como tú, se asoman de entre tus rosados labios, mientras éstos se ensanchan para formar una de esas sonrisas que sabes que tanto me gustan.
O cuando te quejas de que el cuello de tu camisa te raspa la garganta. Esas pequeñas rabietas que sacan la fiera que llevas dentro.
Son esas cosas, pequeño, las que te hacen mágico a mis ojos.


Abbie S. Rose

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