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miércoles, 1 de agosto de 2012

Fanfic: Gale y Madge

¡¡¡Hola!!! Bueno, hace poco leímos con mi hermana una trilogía muy interesante y bonita llamada Los Juegos Del Hambre. Es muy atrapante, de verdad. Además, hace unos meses sacaron la película y la vimos hace dos semanas. No estuvo mal. Es más, era impresionante. Pero nada comparada con el libro.
Bueno, no se si sabéis lo que es un fanfic. Es una historia alternativa sobre lo que pudo haber pasado o pasará con historias ya escritas. Pues bien, esto es uno sobre Gale y Madge: lo que pudo haber pasado mientras Katniss Everdeen estaba en los juegos.
Sé que no está muy bien, pero bueno...


-Vamos, sé que puedes.

Yo estaba convencida de que ella podría tener un futuro como pianista. Las delgadas y fuertes manos de Posy tenían unos dedos largos y flexibles. Casi cada tarde, desde que Gale desaparece en el bosque porque se niega a ver los Juegos en los que compite Katniss y su amante, cuido de Posy. En la mayor parte del tiempo que pasamos juntas le enseño el nombre de las notas, las corcheas, las negras y las blancas; cómo leer un pentagrama, cómo afinar la voz a cada nota. Es relajante. Posy es la hermanita que nunca tuve; tal vez porque, al ser mi padre el alcalde del Distrito 12, no quiso más responsabilidades. Yo hubiera hecho lo mismo, porque llevar un distrito pobre como lo es el doce ya es un cargo bastante grande. Aunque yo considero una responsabilidad de verdad todo lo que hace Gale por sus hermanos y por su madre. Comete el delito de caza furtiva cada día para que a sus hermanos nunca les falte comida. Admiro a Gale por su espíritu luchador y valiente. Una vez, me llevó al bosque.  Captó mis ganas en mi mirada, cuando vino a recoger a Posy y él traía consigo un saquito de cuero repleto de fresas maduras y frescas. Me llevé una a su boca, y mi lengua flotó en el dulce líquido de la fresa. Todo esto y más se podía encontrar allí fuera, del otro lado de la alambrada. Estaba sorprendida. Sentía una mezcla de emoción y ansiedad. Mientras cualquier persona del distrito tenía que pagar para conseguir fruta como esta, allí fuera, donde reina la naturaleza, hay infinidad de cosas ricas y frescas para comer.

-Sé lo que quieres.-me dijo Gale, sonriendo.

Desde que Katniss se fue a la arena y se enamoró de Peeta Mellark, el hijo del panadero, era muy difícil ver a Gale sonreír. Aun así, estaba sonriendo de verdad, porque hice un gesto involuntario, llevando mi mano a su mejilla, y noté el hoyuelo que se formaba encima de la comisura de sus labios.

-Primero dejaré a Posy en casa.-dijo, apartándose de mí, algo molesto, como pude comprobar.

Llegamos hasta su casa de la Veta. Nunca había estado allí. La Veta estaba compuesta por un montoncito de casas de piedra y madera cubiertas de un manto de polvo negro. 

Su madre estaba dentro, rodeada por un charco de agua grisácea. Tenía un barril lleno de agua y jabón enfrente, y estaba arrodillada con un vestido en su regazo, frotándolo con una esponja.

-Hola, chicos.-enjuagó el vestido en el barril-Hola, Posy.

Besó la frente de su hija y ella se fue a otro cuarto, donde estaban sus hermanos jugando al ajedrez. Pocas personas en el distrito podían permitirse el lujo de tener un juego de ajedrez, porque tanto el tablero como sus respectivos peones eran carísimos. Ese ajedrez tenía los peones de mármol, y el tablero presentaba algunos notables rasguños. Estoy segura de que Gale lo había conseguido en el Quemador, a lo mejor intercambiándolo por tres o cuatro ardillas.

Nos encaminamos a la Pradera, un sitio cerca del final de la Veta donde yo nunca había estado. Nos topamos con la verja que delimita el distrito. Nunca la había visto de tan cerca. Estaba formado por alambres, tenía una altura de siete u ocho metros. Había una zona casi imperceptible donde los alambres mostraban unas abolladuras, y Gale se metió por ahí. Me tendió la mano desde el otro lado de la valla, donde cada centímetro cuadrado de la hierba, cada árbol, cada flor y cada animal eran libres. Me recogí la falda del vestido con una mano, y la otra se la di a Gale. Primero metí un pie, y al meter el segundo, los bordados de la falda se me engancharon al alambre. Me agaché para liberar mi vestido a la vez que Gale, chocándonos las frentes. Él se ocupó de desenganchar los bordados del alambre, con bastante brusquedad, cosa que me molestó. Pero estaba en el bosque, me dije. Aquí no importaba si te rompías el vestido, lo que importaba realmente era si iba a aparecer algún animal salvaje dispuesto a atacarte. Gale entrelazó sus dedos con los míos, y me arrastró consigo, corriendo y adentrándonos en las profundidades de los bosques. Era todo muy bonito. Envidié a Gale y a Katniss por poder refugiarse entre los árboles siempre que quisieran, y envidié a Katniss sobre todo por poder tener a Gale siempre que quisiera.

Con mi ayuda, Gale pudo cazar unas perdices. Yo las ahuyenté de un árbol haciendo ruido con las hojas y las piedras, y él lanzó las flechas que acabaron con dos de los pájaros. Llegamos hasta un matorral, repleto de cositas rojas. De aquí era de donde Gale sacaba las fresas que tanto gustaban a mi padre y a mí, me dije. Recolecté dos docenas, y dejé que Gale me guiara por el bosque. Ésta era su casa. Se movía con gran agilidad entre arbustos, ramas, árboles y rocas; mientras que yo estaba dos minutos para saltar por encima de un tronco caído.

Llegamos a una pequeña casita con una chimenea dentro. Tal vez aquí, hace años, vivieron personas en verdadera felicidad. Pero ahora ya no quedaba nada, todo estaba destruido, cubierto por la capa verde que formaban los árboles, la hierba y las plantas.

Gale encendió el hogar y se puso a limpiar una perdiz. Después de desplumarla, la pinchó en una rama y la puso a arder cerca del fuego.

-¿Qué te parece?-me preguntó entonces.

-Oh, es todo tan bonito… lo que daría yo por poder venir aquí siempre que quisiera. Nunca me he sentido mejor.- él se echó a reír- Eh, lo digo en serio. Para, no te rías.-pero entonces me río yo también y le doy un empujón. Él me atrae hacia sí, y yo dejo mi cabeza reposando sobre su hombro. De repente, suelta un suspiro.

-Creo que esto ya está.

Se lleva la perdiz a la boca y le da un mordisco. Luego me la pasa a mí, pero yo no estoy segura.

-Adelante, no te arrepentirás.

Entonces muerdo el carnoso cuerpo del pájaro. Es sabroso, muy rico. Nos acabamos la perdiz, y después nos comemos unas cuantas fresas y salgo de la casita. Gale intenta matar al fuego pisándolo con su bota. Yo me quedo embobada con todo lo que me rodea. Los cantos de los pájaros, el crujir de las ramas y las hojas, el sonido del viento.

Nos ponemos en marcha, de vuelta al distrito. A medio camino, me tropiezo con una roca, pero Gale se adelante y me atrapa antes de que pueda rozar siquiera el suelo. Levanto la cabeza y me encuentro con la suya.

-Gracias.

-No tienes por qué dármelas, es normal que te tropieces.

-No me refiero a eso…-digo negando con la cabeza, y pasando mi mano por su rostro-, digo que gracias por todo. Por enseñarme el bosque y compartirlo conmigo. No pensé que fuéramos a congeniar tanto. En fin, tú tienes a Katniss, pero yo…

-¿Katniss? Pensé que la tenía hasta que conoció al panadero. Es decir, cuando decidió que ese desconocido valía más que yo -después de eso, soltó un gruñido.

-Oh, vamos. No creo que Katniss te vaya a dejar por un chico con el que tarde o temprano tendrán que pelear a muerte.

-Pues en la televisión ella no piensa igual que tú. Siempre imaginé un futuro en el que nosotros dos… bueno, ya sabes. Pero ya no… en fin, estoy dudando de ella ahora.

-Te comprendo.

-No, no me comprendes, Madge. Tú no sabes lo que es perder el único rastro de esperanza cuando toda tu vida es gris y peligrosa. Pensé que con Katniss podría salir adelante; formar una familia, incluso. Pero ella me lo ha dejado claro, a mí y a todo el país. Si vuelve, nada será lo mismo.

Me despedí y volví a mi casa. Después de ese día, volví al bosque una vez. No sé qué se me pasaba por la cabeza cuando dejé atrás la alambrada y me interné en le bosque. ¿Qué hacía? Estaba irrumpiendo en la intimidad de Gale. Yo no conocía estas tierras. Me iba a perder...

Aún así, decidí seguir mi instinto (instinto poco desarrollado, puesto que jamás me hizo mucha falta). Llegué a un claro delimitado por una barrera de árboles con troncos gordos. Ese claro estaba repleto de pequeñas flores amarillas. Creo que eran unas florecillas llamadas armagas. Me metí un par en mi bolsillo, cuando de repente, oí un potente alarido.

Provenía de mi izquierda, así que lo natural era irse por la derecha. Salí disparada hacia el lado contrario de donde oí el grito. Sabía que, si no dejaba de correr, perdería el rumbo y no podría regresar a casa. ¿Por qué había tenido que venir al bosque? Había empezado a jadear cuando sentí que el cuerpo se me caía para un costado, impulsado por una fuerza que se abalanzó sobre mí.

-¡¡¡Ay!!!

Había perdido la cabeza. Empecé a chillar, patalear e intentar escapar del cuerpo que me retenía allí. Pero de repente, el calor que desprendía el cuerpo del chico me fue familiar. Incluso su forma de respirar. Giré la cara y vislumbré un rostro de ángulos poco pronunciados.

-Eres muy poco silenciosa. No durarías en el bosque ni un día.-dijo el chico. Dejé de patalear y él se empezó a apartar. Me había dejado una mancha de sangre en la falda de mi vestido.

-¡Gale! ¡Me has dado un susto de muerte!-estallo.

-¿Preferías que te asustara yo, o esa jauría de perros salvajes que descubrí medio kilómetro más atrás?-dijo, con una risita.

Separó su cuerpo del mío al completo. La sangre procedía de su muslo. 

-Oí tus pasos desde el momento en que empezaste a correr.-continuó. Pero yo no le hice caso. Estaba más ocupada en las cuatro o cinco incisiones que tenía en la pierna. Habrían sido esos perros. 

-Oh... Dios mío... Mira lo que tienes ahí.-dije muy preocupada. Pero él no se había inmutado; parecía que no sentía la herida.-Siento... siento haberte hecho enfadar el otro día. No sabía lo que decía. Tampoco tendría que haber hablado de Katniss.

-No tienes la culpa, Madge.-dijo, apartando mi mano de su herida y acercándose poco a poco a mí.

-Te agradecería si me indicaras el camino a casa. Yo no debería estar aquí, esto es un lugar tuy...-hubiera continuado la frase y dado por acabada la conversación, pero aquello me pilló desprevenida: me rodeó los hombros con una de sus manos y me plantó un beso en la boca, un beso que duró mucho. Había apoyado mi mano en su pecho, manchándole la camisa de su propia sangre. Él acercó su mano libre a la mía. Se la palpé. Era de la misma constitución que la de su hermana. Casi parecía que podía colocársela en cualquier nota del teclado, hacerla bailar sobre las teclas para formar una melodía. Pero en vez de eso, Gale colocó mi mano en su hombro, y se llevó la suya a mi pelo. 

-No sé por qué lo has hecho.-logré decir cuando se separó. ¿Por qué lo había hecho? No tenía razones para besarme. No tenía razones para enamorarse de mí. Yo no le podía ofrecer nada. ¿Qué iba a ser yo, otra boca a la que alimentar?

Él se apartó bruscamente de mí.

-Eh... Sólo lo he dicho porque, aunque no te lo parezca, tú tienes a Katniss. Yo... yo no te sirvo, Gale, no me necesitas. Por muy enfadado que estés con Katniss, nunca sentirás lo mismo por mí que por ella.-continué.

¿Estaba diciendo que Gale está enamorado de Katniss?

-Mira, no sé por qué me acabas de besar. ¡Gale, dí algo!

-¿Qué quieres que diga? ¡Dímelo tú! No sé por qué lo hice. A lo mejor, ¡porque te quería! Pero ya veo que tú a mí no.-dice él, levantándose del suelo y pateando una piedra-Vamos, es tarde. Tienes que volver a casa.

-No me quieres, Gale, sólo te lo parece...

-Si no vienes tú, me voy yo solo.-dicho esto, empezó a caminar. Me apresuré a levantarme y arreglar mi vestido, manchado de sangre y tierra. Lo seguí hasta la alambrada a varios metros por detrás. 

-Desinféctate eso al llegar a casa. Si quieres te dejo algún desinfectante...-sugiero yo.

-¿Ahora te preocupas por mí?-exclama.

Me negué a responder. Gale estaba siendo muy egoísta. Ya podía ver la alambrada: estaba a unos cien metros de donde yo estaba. Me alejé corriendo, dejándolo solo. Me quité el vestido antes de llegar a la alambrada, no sin coger las armagas. Estaba muy sucio, y a saber qué me preguntarían mis padres si lo ven así.

Volví a casa en mi blusa y mi pantaloncito de ropa interior, esperando no encontrar a mi padre por ahí.

Me di una ducha, me puse ropa limpia, y fui a ver si me perdí algo importante de los juegos. Katniss se había aliado con una niña, la cual había muerto hacía pocas horas, mientras yo estaba con Gale en el bosque. Se llamaba Rue. Rue... las armagas son rues.

Después de eso, no volví a ver a Gale hasta el día en que Katniss y el panadero, Peeta Mellark, regresaron a casa como Vencedores. A Gale lo vi de lejos, saludando a su "prima" Katniss. De repente, recordé esa aliada de Katniss, Rue. Pareció muy importante para ella. 

Volví a casa corriendo, lo más rápido que pude. Revolví mi habitación hasta hallar con el pequeño ramillete de armagas.

Llegué a la Aldea de Vencedores a tiempo, dejé las armagas en el escaloncito de la casa destinada a Katniss Everdeen y me alejé, justo a tiempo para verla a ella inaugurar su nueva casa. Fue a dar un paso adelante, cuando se encontró con las armagas. Recogió las flores amarillas del suelo, las olió y supe que supo su significado en cuanto el primer sollozo le sacudió el cuerpo.

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